Es coetánea de la estación de Canfranc y quizá sea el único edificio industrial aragonés que en su estilo pueda rivalizar con ella. El Museo de la Electricidad de Seira, instalado en el Ayuntamiento, repasa la historia de la central y expone piezas y máquinas pertenecientes a la misma.
Seira era hasta 1914 una aldea más del Pirineo, con sus habitantes sobreviviendo a duras penas de la escasa agricultura y la ganadería, llevando una monótona existencia solo rota por las fiestas, entierros, bodas y bautizos. Sin embargo, la concesión de las aguas del Ésera a Catalana de Gas y Electricidad, cambió en cuatro años la vida de sus habitantes, que de apenas conocer a los vecinos de los pueblos más próximos, convivieron con ingenieros y trabajadores que procedían de ciudades como Barcelona y París. De contar como mucho con una pequeña aguardentería, tuvieron al lado un café con escenario en el que los trabajadores mejor pagados dejaban fortunas en bebidas de las que hasta entonces ni habían oído hablar. El urbanismo también cambió, y junto a la aldea de estrechas calles y casas con tejados de lajas, se levantaron suntuosos chalets para los ingenieros, casitas para los especialistas y técnicos de mayor nivel y barracones para los trabajadores, todo ello con cierto aire centroeuropeo, quizá porque la ingeniería era suiza. Pero el corazón de todo aquello era la impresionante central y sus anejos con su maquinaria fabricada en Suiza en medio de la Gran Guerra que tan bien le fue a Suiza como a España, cuyo despegue industrial precisaba más energía, especialmente en Barcelona. Era por ello esta ciudad a la que se enviaba la corriente mediante la línea de alta tensión que en su momento fue la más larga y potente de Europa. Hoy en día, Seira tiene mucho de los años en que se creó el nuevo barrio, puesto que mantiene buena parte de las construcciones de entonces, pero sobre todo la central, todo un ejemplo de actualización respetuosa llevada a cabo tan silenciosa como eficazmente y que hoy nos permite contemplar la central casi como el día de su inauguración, aunque bajo su sótano y sus casi centenarias carcasas se esconda la más moderna tecnología eléctrica. Junto con la central, su urbanismo y arquitectura, el visitante puede visitar el museo de la electricidad que albergan los bajos del ayuntamiento. Allí se muestran antiguas piezas de la central, y una espléndida colección de fotografías antiguas que cuentan cómo la central transformó este valle pirenaico y a quienes lo habitaban. Al margen de los edificios auxilares como las viviendas y almacenes, perduran los dos edificios más importantes, que son los que albergan las turbinas y generadores y la antigua subestación transformadora, donde se han mantenido incluso los transformadores originales.
Abierto todo el año de Martes a Viernes: 12:00 a 14:00 h